" ¿ Por qué cuernos me engañaste?" , de Ana von Rebeur , Editorial Norma , 2010

jueves, 26 de agosto de 2010

Adictos a la adrenalina

Hay parejas que siguen unidas justamente a base de sospechar del otro. Mujeres que se llenan de adrenalina revisándole los bolsillos a hombres que les espían los mails a ella. Luego él consigue una clienta que lo llame a la casa a cualquier hora, mientras ella consigue invitar a su casa a un compañero del curso de bonsái cuando él no está, solamente para estudiar juntos cómo podar árboles enanos. No importa si llegan a tener sexo con otro o no: este coqueteo intenso de ambos lados hace que ellos vivan alimentando fantasías pensando qué cosas sucias quiere su pareja hacer con otra gente, y esto los mantiene unidos y vigilantes aunque sea para impedir que el otro concrete sus fantasías. Este tipo de pareja, son los que te piden “No le digas nada a Adriana de que me viste ayudando a las vecinas a cargar las bolsas en el coche al salir del mercado” y ella te pide “ No le cuentes a Carlos que vino un compañero japonés a casa a podar bonsáis”…Como sospechan mutuamente uno del otro, los dos se acompañan a todas partes para cerciorarse de que ninguno de los dos diga que va a un sitio y acabe en un hotel cargándole bolsas con papas a la vecina , o podando árboles enanos en la cama con un japonés. Y su relación acaba hecha bolsa y enana como un bonsái.
Estas parejas se distinguen de lejos porque ella es la única esposa que acompaña al marido a Expoindustria XXIII, muriéndose de aburrimiento entre soldadoras y remachadoras, vigilando que él no mire demasiado a las promotoras en minifalda. Asimismo, él es el único marido que acompaña a la esposa a clases de yoga, para vigilar que ella no exhale demasiado cerca del yogui. El marido vigilante es el único que ronca al meditar. No podemos criticarlos: quizás montar guardia junto al otro sea más divertido que mirar en la tele las publicidades de Reduce Fat Fast.
¿Por qué lo hacen?
En primer lugar, porque celar al otro indica a priori que el otro es deseable para terceros, lo cual llena de orgullo al celoso, que piensa “tengo algo que quieren otros”. Pero además hay algo de sensación de poder en esto de “podrías salir con otro, pero no te dejo”.Y el que coquetea también se siente poderoso al ver que puede “descontrolar” a alguien a su gusto, con promesas de amor pasional.
Estos que necesitan siempre relaciones triangulares hacen del sexo el centro de sus vidas, lo que no es algo práctico, porque fue el mismo Freud quien dijo que hay que parar de darle a la matraca para construir una civilización, ya que el sexo distrae demasiado. Las distintas sociedades nacieron de grupos humanos que empezaron a hacer otras cosas además de orgías cotidianas. Los triángulos que dan rienda suelta a sus impulsos acaban enfermos de agotamiento. En la película “Vicky, Cristina, Barcelona” de Woody Allen, el triángulo termina agobiando a la rubia y enloqueciendo a la morena. Si las personas que necesitan tanta adrenalina en sus vidas gastaran la mitad del esfuerzo en hacer que su matrimonio fuera más excitante por condimentarlo entre dos ( y no más que dos), no sería necesario ser infiel, ni vigilar al otro y yo no tendría nada que contarles acerca de la infidelidada. Por suerte , desperdician su energia tratando de condimentar una relación fantasiosa con alguien deconocido...¡ que aventura!

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