" ¿ Por qué cuernos me engañaste?" , de Ana von Rebeur , Editorial Norma , 2010

domingo, 29 de agosto de 2010

Mil motivos para negar tu infidelidad

Si tu affaire se descubre, niégalo.
Si aparecen pruebas, niégalas.
Por varias razones:
Primero, porque el adulterio sigue siendo ilegal en muchos países. Es más, si vivieras en Nigeria, te lapidarían. Porque tu esposo/a, preferiría no saberlo. Y la verdad es que le conviene no saberlo, mucho más que al infiel no decirlo.
¿Por qué habría el infiel de confesar lo que haría mejor en callar?
Porque siente que ha hecho algo malo y que debe expiar su pecado a través de una confesión. Entonces habla - “Te he engañado”- lo que es una bestial agresión contra el otro.
Lo hace para expiar sus culpas. Pero en verdad le está arrojando al otro en la cara la carga de lo sucedido.
En vez de decidir por sí mismo qué hacer con la historia de su infidelidad (continuarla, olvidarla, despreciarla, escribir una novela), esta persona le endilga al cornudo la responsabilidad de decidir cómo seguir la relación con esta novedad. Un cornudo no puede adivinar cuán grave es la situación sin saber cuán intensa fue la relación del infiel. Quien confiesa, no se responsabiliza ante lo que ha hecho y ante las consecuencias de la infidelidad, esperando que el peso de sus propios actos los cargue justamente quien sufrió la infidelidad.
¿Pero que pasa si el engañado se huele algo, y el infiel sabe que se lo huele?
Pues hay dos clases de engañados: el que no sabe nada, y el que sospecha y dice “No quiero saber”.
Claro que si ya estás sospechando, conviene preguntar qué pasa.
Si no lo haces, se crea un nuevo secreto: “Tu no sabes que sé que me escondes algo”. Luego el otro finge no darse cuenta de que tú sabes que él está fingiendo, y así la relación termina convertida en una madeja de nudos en la que te quedas enredado y sin avanzar. Los problemas que se perciben en la pareja, hay que ventilarlos. Las historias con terceros, hay que guardarlas bajo siete llaves.
Nadie comete una infidelidad si no va a disfrutarla. Así que es algo que uno hace por sí mismo, no contra nuestro cónyuge. Pero tu esposo/a no comprenderá jamás esto, así que más vale que no sepa nada del crucero por los fiordos noruegos comiendo smorgasdord de salmón ahumado y bailando valses donde te invitó tu amante. Aunque en verdad, tal vez no le indigne tanto tu infidelidad, sino el smorgasbord y el salmón ahumado que se perdió.

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