" ¿ Por qué cuernos me engañaste?" , de Ana von Rebeur , Editorial Norma , 2010

sábado, 28 de agosto de 2010

¿ Qué hacer ante una infidelidad?

Por Ana von Rebeur

Quizás no hay nada en el mundo que nos desconcierte, indigne y desgarre tanto como el hecho de enterarnos de que nuestro amorcito nos ha sido infiel. Se trata de un dolor abrumador. ¿Cómo puede ser que nuestra media naranja, aquella persona en quien tanto confiábamos, acabe rompiendo el pacto de lealtad que supone estar en pareja? ¿Cómo no nos dimos cuenta? ¿Qué hicimos para merecerlo? “¿Qué tiene ella que no tenga yo?” Nos llenamos de preguntas sin respuesta, que nos llenan de zozobra a la que se suma la indignidad de andar portando tremendos cuernos. Si te toca vivir esta dura sensación de que te han traicionado, no estás sola. Hay millones de infieles en todas partes.Y además no tiene nada que ver con lo que hayas hecho o dejado de hacer. El planeta masculino se divide en dos: los hombres que jamás te traicionarían, y los que están siempre listos para ser infieles. Los primeros, ya sea por pereza, por principios morales, o por temor a las represalias, ignorarían hasta a la misma Angelina Jolie gritándole “¡Haceme tuya!” sin bombacha. No es que sean de madera, sino que imaginan los reproches eternos que tendrían que soportar de por vida y deciden que mejor no intentar hacerse los aventureros con un affair al paso. Los segundos, decidieron que más vale disfrutar un rato con Angelina (o cualquier cosa con tetas), y que si te enterás…paciencia, ya verán como salir del entuerto. Por eso creo que los segundos, aunque no te lo reconozcan, tienen la teoría de “si he logré tener un affair y mi novia me lo perdona… ¿por qué no intentarlo otra vez?”.
Me parece que entre adultos cada quien tiene que hacer con su vida (sexual y de la otra) lo que le plazca, conciente de las consecuencias que esto pueda traer a su relación de pareja. Así que si sos vos la tentada a ser infiel, te aconsejo tres cosas: escondé toda evidencia, buscate un amante discreto (nada peor que aquel que se pone meloso y toca el timbre de tu casa familiar , justo cuando llega tu marido del trabajo), y -en caso de sospecha -hacé tres cosas: negá, negá y negá todo. Contar lo que hiciste no es honesto : es egoísta . Le estás cargando al otro todo el peso de decidir que hacer con vos luego de la traición Y si sos vos la cornuda, no perdones, porque lo estás incitando a hacerlo otra vez. Salvo que tu compañero sea uno de eso fuera de serie (millonario, guapo, dulce, sexy) de los que no se encuentran dos en una vida, en cuyo caso conviene hacerse la ciega sordomuda y seguir adelante diciendo”¡ la mujer oficial soy yo!”. Pero como de esto hay muy pocos, generalmente lo que hay que hacer para acabar con la tortura de la sospecha eterna es acabar con el infiel y buscarse uno de eso hombres que no te harían jamás lo que no quisieran que le hagan a él. Quizás cueste un poco distinguirlos, pero que los hay, los hay.

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